SEPTEMBRO - 2011

El faraónico centro social de Cabo de Cruz abrió sus puertas

El recinto está a media asta, pero ya da cabida a una exposición

Han tenido que pasar varios años (y aún no está completamente operativo) para que el ansiado centro social de Cabo de Cruz abriera sus puertas. Desde hace días, la localidad boirense cuenta con unas instalaciones socioculturales que ya quisieran para sí cualquiera de las grandes ciudades gallegas, un espacio en el que, esa es la intención, convivirán los activos entes sociales crucenses.

El edificio se levantó a cuentagotas, a medida que iban llegando las subvenciones de otras Administraciones, pero, de golpe y porrazo, los vecinos se toparon con las puertas abiertas de par en par. De hecho, ayer alguno aún se sorprendía al ver el portalón de la entrada corrido y buscaba el acceso a un recinto en el que prima el diseño.

Eso se ve nada más poner un pie dentro. Cristaleras por todas partes, pisos abiertos que permiten ver la planta baja desde la más alta del edificio y tal cantidad de recovecos que harían falta varias horas para completar el recorrido por todas las dependencias. También se cuentan hasta cinco aulas de formación, varios despachos, una biblioteca inmensa, una gran sala de exposiciones y un auditorio con palco de platea.

Al entrar, también salta a la vista que el centro social funciona a medio gas. No en vano, no hay ni rastro de las entidades vecinales crucenses que en su día reivindicaron la construcción de este espacio y, por ahora, solo una funcionaria se ocupa de las instalaciones.

Obra inacabada

Sin embargo, ayer podía verse a más gente trabajando en el interior del inmueble porque, aunque se ha abierto al público, se ha hecho «a trancas y a barrancas», en palabras del alcalde, y lo cierto es que aún se están dando los últimos retoques al edificio. Fue una cuestión administrativa la que obligó a acelerar el proceso para la puesta en funcionamiento de las instalaciones y, por ahora, la única zona utilizada, además de un despacho, es la enorme sala de exposiciones, en la que se exhibe una colección de fotografías sobre Boiro realizadas por los integrantes de la asociación Olláparo, y las esculturas de Tucho Abalo.

Al tiempo que cualquier vecino podía pasearse por la sala de exposiciones, operarios de una empresa de electricidad continuaban instalando las lámparas en las escaleras, mientras las del auditorio esperaban en el suelo a que llegase su turno.

Pese a estar en obras, y a que faltan muchos detalles por concretar -los carteles que indican el uso de cada una de las salas están hechos con folios-, quien tenga curiosidad puede recorrer las instalaciones casi al completo, con la excepción del último piso. Allí estará la biblioteca, un amplio espacio que, por ahora, solo tiene ladrillos y cemento, una imagen que contrasta con los cuidados acabados del resto del edificio.


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